fases de la guerra de la independencia espanola
Es asombroso la velocidad con que se propagó la información sobre el movimiento trigarante y su plan, y no menos extraordinaria la celeridad con la que fue recibido en la Intendencia. Más que una resolución de las autoridades parece que fue una opción de las personas importantes de la intendencia, que del poder económico habían pasado a ejercer el poder político. Estas personas, que se llamaban «los visibles», desempeñarían un papel fundamental en la crónica de Sinaloa y de Sonora durante el siglo XIX.
El 27 de septiembre de 1821, entra pacíficamente a la Localidad de México el ejército Trigarante señalando la consumación de la independencia. Para agosto, llegó el último virrey español, Juan O’ Donojú, para intentar hacer alianzas y recobrar la novedosa España, pero al reunirse el 24 de agosto con Iturbide, sucedió lo contrario y se vio obligado a firmar losTRATADOS DE CÓRDOBA, en dondese reconoció la Independencia de Méxicopor una parte de España. Hidalgo se dirigió a Guadalajara y proclamó algunos decretos, entre ellos, el decreto para la abolición de la esclavitud y el decreto para la devolución de las tierras. Se proclamó a sí mismo “Generalísimo de las Américas” y fundó el periódico “El despertador americano”. En 1811 a las a fueras de Guadalajara se vivió la Guerra de Calderón, las fuerzas encabezadas por Noble son derrotadas por las tropas realistas del General Félix María Calleja. La Constitución de Cádiz asimismo formó un símbolo liberal por excelencia de la historia moderna de España, cosa que no fue del gusto de los conservadores católicos.
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No obstante, con la llegada al poder de Napoleón Bonaparte, quien, con proyectos imperialistas, se encaraba a Inglaterra por el dominio de los mares -el poder marítimo español había sido debilitado en la Guerra de Trafalgar -, el rey Carlos IV y su ministro, el valido Godoy, no tuvieron más salida que la de dejar de lado la neutralidad y tomar parte. Marx y Engels tuvieron enorme interés por España, conocían su crónica.12 Marx comenzó a estudiar español en 1850 o 1852 y leía de forma directa autores españoles, como Jovellanos, Blanco White o José María Toreno. Escribió, como cronista político, una sucesión de productos en el diario norteamericanoNew York Daily Tribune, que era el mucho más influyente de Estados Unidos13 entonces y superaba, en tirada, los mucho más reputados de todo el mundo, como el Times, de Londres. Al final, elaboró su Constitución, la de 1812, que fue un legado de aquella revolución.
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A mi parecer especulativa, Cos escribió sus tres cartas de arrepentimiento, dos en 1817 y una en 1818, por razones tácticas, para evitar una brutal persecución que le impediría proseguir con su ministerio sacerdotal. Vimos a lo largo de este producto que el padre Cos no veía una contradicción entre ser ministro de Dios y haber tomado las armas en la guerra por la independencia y por eso, a mi parecer, después de haber servido en las tropas rebeldes, cuya misión quedó interrumpida, regresó al ministerio sacerdotal. Me imagino –y aquí charlamos de la imaginación de un novelista y no de un historiador– que fueron tres amargos años de ministerio sacerdotal, después de la derrota insurgente y de haber aceptado el indulto, antes de su muerte en 1819, a los 45 años de edad con un corazón deshecho y deprimido en una parroquia recóndita y olvidada. En 1808 Napoleón Bonaparte invadió España, atrapó al rey y al heredero y nombró a su hermano José Bonaparte monarca de España. En el momento en que en la Nueva España se supo que el reino se encontraba acéfalo, los «criollos» de la ciudad de México, encabezados por el ayuntamiento, trataron de ganar la participación política que los reyes borbones les habían negado. Los criollos, los españoles nacidos en Novedosa España, estaban en enfrentamiento con los gachupines llegados de la península para el desempeño de los puestos del gobierno colonial.
Todo el destacamento había de ser socorrido con recursos del gobierno republicano mientras que continuara en sus dominios y bajo sus órdenes, con igual ración que la del ejército sitiador. El general Páez aceptó estas condiciones y ordenó esa tarde la entrega del fuerte con todo el armamento y municiones al comandante de artillería, el capitán Santiago Mancebo. A pesar de esta victoria parcial de las fuerzas sitiadoras, faltaría aún bastante trecho para torcer la guarnición que defendía la plaza de Puerto Cabello. La Torre recibió órdenes superiores para mudar de destino y entonces fue nombrado gobernador de la isla de Puerto Rico. En su remplazo, el 3 de agosto aceptó funcionalidades el general Francisco Tomás Morales, quien desde un principio mostró una actitud más ofensiva que la de su predecesor, ya que su campaña de Occidente acabó con éxito el 7 de septiembre con la restauración de la plaza de Maracaibo. De este modo, en menos de tres meses la gente esencial de la intendencia de Arizpe se había adherido al Plan de Iguala.
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Fiado como siempre y en todo momento en la hidalguía castellana, me dirigí a aquella fortaleza donde fui recibido con honores militares y con toda la gallarda cortesía que debía esperar de tan valientes adversarios. Páez debió ir a La Guaira para conseguir ciertos elementos de guerra y para traer la corbeta Boyacá y el bergantín Pichincha, así como cuatro flecheras de Cumaná con el objetivo de que acompañaran al bergantín Urica, el único que ejercitaba el bloqueo sobre la plaza. Ahora en operaciones, las 4 flecheras habían servido más para intimidar que para bloquear la entrada de buques, dado lo riguroso de la línea por cubrir. Páez expresó su leal promesa de llevar a cabo las bases de un arreglo justo que salvaguardara el honor de aquel jefe español y estaba presto a adoptar decisiones a favor del afligido pueblo de aquella plaza siempre que fuesen compatibles con las leyes de la República. Entre las secuelas de esta presión sucedió el 28 de octubre de 1822 cuando el capitán Raimundo Cobo Montero, comandante español del fuerte de La Vigía de Puerto Cabello defendido por 25 hombres, se sintió asediado y sin opciones de reacción ofensiva ante lo cual ha propuesto al general Páez una capitulación. La pérdida de este punto fue lamentable para los españoles por cuanto desde allí se transmitían mensajes.
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Por más de un par de años establecieron bloqueos en Buenos Aires, Argentina, con el conocido deterioro económico y financiero del país y en Uruguay en 1837, el bloqueo a las entradas fluviales del Rio de la Plata, propicio la organización de un levantamiento contra el presidente de Uruguay, que adjuntado con el bloqueo marítimo terminó tomando la capital del país. Las razones del levantamiento de Independencia va a abordar el contexto histórico en el siglo XVIII en el que se desenvuelve el enfrentamiento armado, como la Ilustración y sus ideas de igualdad, la relación entre naciones, y el repunte de la industria y los avances científicos que marcaron el comienzo de las aspiraciones de la humanidad por vivir mejor. Ésta avanza del 24 de febrero de 1821 hasta el 27 de septiembre de ese año cuando el Ejército Trigarante, al cargo del ex- realista, Agustín de Iturbide, entra triunfal, adjuntado con Vicente Guerrero, a la Localidad de México.
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En una comunicación apuntada al general Calzada, Páez renovó prácticamente exactamente los mismos términos de su carta oficiada días antes al coronel Carrera. Aquel oficial patriota informó que estuvo a punto de comenzar el ataque, pero detuvo sus proyectos en cuenta a la lamentable situación de las víctimas que debían enseñar su rendición. A Calzada le advirtió que, concentradas todas las fuerzas contra esa plaza, no tenía ninguna escapatoria hacia otro puerto, aparte de las nulas posibilidades de socorro desde la península ibérica que en ese momento se encontraba agobiada por agitaciones internas, cuyo resultado dejaría sin muchas opciones de recobrar estas tierras del Nuevo Planeta.
Este resurgimiento del tema de la inmunidad clerical probablemente pudiera argumentar el contexto del artículo de Cos. Pero es imposible interpretar el asunto de la inmunidad eclesiástica solo como una cuestión de intereses personales de los curas. Al abolir la inmunidad absoluta del clero, los clérigos acusados de crímenes graves podían ser perseguidos por tribunales civiles o militares, por consiguiente no tenía sentido entonces para un sacerdote sumarse a la insurgencia sabiendo que podía pagar con su vida. Debe haber un motivo mucho más profundo, y de ahí que hay que proponer esta cuestión de la inmunidad en el contexto teológico de esa época.
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