Alba Dice Que Venezuela Demuestra Que La Independencia Se Defiende Cada Día

dia de la independencia de venezuela 5 de julio

Las embarcaciones usadas para esta operación fueron las corbetas Boyacá y Urica, el bergantín Pichincha, la goleta americana La Tártaro y la flechera Picayo. Frente a los comentarios de la amenaza de una supuesta expedición española proveniente de la isla de Puerto Rico, el peligro latente de una retaliación verdadera y el descomunal costo que acarreaba la subsistencia de la tropa capitulada, Páez estimó que era de máxima urgencia despachar a estos militares y, aunque en un comienzo deseó conseguir navíos mercantes, frente la falta de éstos optó por emplear buques de guerra. Se ha propuesto preliminarmente que sólo dos horas después de haber zarpado las embarcaciones que transportaban la guarnición, los buques armados republicanos podían entrar al puerto al tiempo que las tropas vencedoras quedaban habilitadas para ocupar el castillo.

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Después de esta certificación de propiedad, expresó que lógicamente el esclavo demostró exitosamente sus servicios como consta en las declaraciones de sus superiores y, en consecuencia, ni él ni la señora Manuela estaban prestos a contrariar el alcance de dicha felicidad. José Ambrosio se involucró en la guerra cinco años tras iniciada, pero esclavos como Joseph Malpica la experimentaron desde el primer día. Añadió que Anastasio se encontraba en su hacienda de Choroní por su propia intención, puesto que su mujer e hijos eran sus esclavos.

Cuentos como estos no eran extraños a los oídos de las autoridades que lidiaron con la inmensa compromiso de reorganizar el sistema esclavista. No obstante, la declaración de su antigua militancia en la marina republicana logró su relato excepcional y ameritó inmediata comprobación. Mientras que la temporada de lluvia inundó los llanos en Guayabal, Boves preparó su ejército con nuevas estrategias y armamento fabricado con los materiales que la región y sus pobladores se vieron forzados a dar.

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Esta medida cobijaba a esos ausentes interesados en retornar a la plaza, así como también a los emigrados que por motivo de sus empleos o cualquier otra causa se les hubiera obligado a permanecer en este punto teniendo sus activos fuera de esta jurisdicción. El 9 de noviembre Carrera y Colina anunció que a las once de la mañana enviaría una comisión para dar principio a las transferencias. Finalmente, el diez de noviembre fueron el capitán comandante del Castillo de San Felipe, don José María Isla, el comisario de guerra don Manuel Rodríguez y el síndico procurador de este pueblo don Martín Aramburu, comisionados en representación del comandante general del expresado castillo don Manuel de Carrera y Colina. Anunciaron su misión en “beneficio de la raza humana” y en labras de “eludir la efusión de sangre y poner término de una manera honroso a las aflicciones y males”. Frente a la poca receptividad del comandante de la plaza a los llamados de paz, el 11 de octubre el general Páez reportó haber dirigido algunas bombas si bien no todas y cada una dieron con certeza en el blanco previsto. Un cañón bien situado a orillas del mangle y otro de 24 libras a menos de medio tiro de distancia lanzaron también disparos intimidatorios.

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• El 14 de enero de 1822 el general La Torre envió una carta al general José Antonio Páez, comandante general de las tropas republicanas en Valencia, donde le comunicaba haber recibido órdenes de la Corte de España para concluir un tratado de paz con el gobierno sin dependencia a cargo del general Bolívar, todo con miras a poner término a la guerra que había desértico a la “gran familia española” ubicada a uno y otro lado del Atlántico.
• Este general guardaba la promesa de que la rendición viniera por cuenta del apetito, pues las aclaraciones recibidas revelaban que apenas contaban con víveres para 40 días de resistencia ante lo cual se encontraba vigilante con las escuadras republicanas para evitar la llegada de auxilios externos.

Estos sacrificios fueron en vano, el 15 de junio de 1814, Bolívar se replegó en dirección hacia Caracas tras su derrota en La Puerta. Con este propósito Joseph reunió las declaraciones juradas de sus superiores Juan José Aguirre, teniente del batallón Orinoco, y del capitán José Lorenzo Jiménez, quienes por su parte aseguraron comprender los servicios de Joaquín los años de 1814, 1821 y 1822, y certificaron que éste fue retirado del ejército gracias a su inutilidad por su insuficiente condición física resultado de su dilatado deber con la república en la guerra de independencia. A Surruarregui le cuesta acreditar su libertad, pues, como él explicó, la condición de marinero no le permitió tener contacto con gente de tierra estable, considerablemente más en el momento en que el recorrido de las diferentes embarcaciones en las que sirvió llegaron a puertos tan lejanos del obsoleto virreinato de Novedosa Granada. No obstante, José Ambrosio seguro de sus servicios, solicitó la declaración de Matías Padrón, quien, aparte de ostentar el título de capitán de fragata de la armada de Colombia para 1829, era comandante de Marina y capitán del puerto de La Guaira.

El día en que se firmó el acuerdo, solamente se estaban recibiendo en Bogotá -en la oficina del secretario de Guerra y del vicepresidente Santander- copias del intenso cruce epistolar entre las autoridades de la plaza y las fuerzas sitiadoras en los días anteriores. Al leer estos documentos se percataron de que habían sido fallidos muchos intentos de diálogo, de esta forma Briceño y Santander coincidieron en que era razonable suspender las intimaciones mientras que no se estrechara el bloqueo, para lo que de inmediato se ordenó aumentar la escuadra bloqueadora o lanzar ciertas bombas o balas que hiciesen sentir al enemigo el peligro y la desesperación. El golpe final a la plaza que se había pensado por el lado de la laguna no había sido posible por carecer de botes, conque la otra alternativa era ir caminando por medio de la orilla y en un medio fangoso, pero no se tenía hombres prácticos que se atrevieran a desarrollar esta operación. La línea republicana se encontraba situada sobre la plaza de la Constitución desde los Cocos hasta el Choque con cinco piezas de fuerte calibre, un mortero y un obús. Utilizando la oscuridad de la noche se construyeron los parapetos, exponiéndose los soldados a las permanentes agresiones del enemigo.

Ninguna promesa le auguraba Páez a las tropas españolas de proteger la plaza y bastante menos de procurar operaciones sobre el territorio interior dominado íntegramente por los republicanos. Cualquier operación que planeara Calzada y sus huestes sería, según Páez, una “obstinación estéril y desesperada” que solo traería innumerables víctimas, huérfanos y derramamiento de sangre. Aquel general venezolano prometió que con la vía de la conciliación podían renacer los vínculos de amistad y contarían tanto los ciudadanos como los militares realistas con las garantías que ofrecían las leyes republicanas. Como parte de sus intentos conciliadores, Páez había escrito una carta al cabildo de la región para que, como gerente y asegurador del pueblo, supieran el riesgo inminente en que se hallaban avocados y propendieran por la ruta del diálogo.

En 1815 llega el Ejército Expedicionario de Reconquista y hace escala en Puerto Cabello en donde se provee de recursos y pie de fuerza para proseguir su ofensiva en el resto del territorio venezolano y en la Novedosa Granada. Un año después, el 5 de julio de 1811, esa proclamación se declaró formalmente en el Acta de la Independencia de Venezuela, la que en los días siguientes fue firmada por los representantes de las provincias venezolanas. 27 «El Síndico Procurador General por el ciervo Joaquín Vivas pide lo declaren libre por haber servido al ejército de la República». Se puede interpretar de varias formas dicho punto de vista, como Guayana poseyó una pequeña proporción de esclavos en comparación con las provincias de las costa, resultó más fácil al gobierno imponer ese propósito de extinguir paulatinamente la esclavitud.

No es bien difícil comprender la obstinación de aquellos militares españoles que tras varios años de lucha no querían ver vulnerado su orgullo al dar este último bastión de la monarquía. Mucho más moderada y reflexiva fue la posición asumida por el vicepresidente Santander, quien a fin de cuentas era el de forma directa encargado de la financiación de la guerra en todo el territorio de la República de Colombia. A finales de agosto, este alto funcionario le aconsejó al general Páez que demandara la rendición de Puerto Cabello apoyándose en el capítulo primero de las capitulaciones pactadas en Maracaibo y que evaluara con la alta comandancia militar de Venezuela las posibilidades reales de hallar el éxito por la vía militar.

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